Reducción del riesgo de desastres en América Latina y el Caribe
Lo que América Latina debe abordar en 2022
10 de febrero de 2022

principios de 2022, el covid-19 y sus consecuencias económicas y sociales continúan representando una amenaza en todo el mundo. La pandemia ha dejado un legado de muerte, desempleo, mayor desigualdad y pobreza. Los gobiernos se han enfrentado al desafío de mantener un equilibrio entre su obligación principal de preservar vidas y la necesidad de salvaguardar sus economías. También ha puesto a prueba su resiliencia, ya que han tenido que ajustar diligentemente sus estrategias y medidas para responder a la dinámica de circunstancias cambiantes e inciertas.

En el caso de América Latina es importante subrayar las diferencias entre países: la diversidad de condiciones económicas y sociales; los diferentes enfoques y políticas con los que cada país ha enfrentado la crisis, incluyendo el alcance y la eficiencia de sus programas de vacunación. Aunque debe hacerse un análisis individual por país, en términos generales, la pandemia llegó a América Latina en un contexto regional complejo donde las deficiencias económicas y sociales estructurales no habían sido resueltas. Algunos países de la región ya mantenían bajos niveles de confianza en las instituciones públicas, insatisfacción ciudadana con la calidad y cobertura de los servicios públicos, altos niveles de desigualdad e informalidad laboral, protestas sociales y una aguda polarización exacerbada aún más a través de las redes sociales.

Además, aunque hubo signos de recuperación económica a fines de 2021, la inflación, la depreciación de las monedas locales y los déficits fiscales harán que la recuperación sea más compleja. Según datos del Fondo Monetario Internacional, se calcula que el PIB tuvo un repunte, creciendo un promedio de 6,3 por ciento en 2021. Se estima un crecimiento más moderado de 3 por ciento en 2022; sin embargo, el crecimiento no alcanzará los niveles previos a la pandemia.

El Informe de Riesgos Globales 2022 del Foro Económico Mundial sugiere que el 16 por ciento de los expertos y líderes mundiales encuestados es optimista sobre las perspectivas mundiales y solo el 11 por ciento cree que habrá una recuperación acelerada de la pandemia. La gran mayoría considera que persistirá cierto grado de incertidumbre, volatilidad y divergencia. En cuanto a América Latina, según la encuesta de opinión ejecutiva realizada en 18 países de la región, los mayores efectos del covid-19 en materia social son el desempleo, la crisis de medios de vida y una evidente erosión de la cohesión social.

 

En materia ambiental, los desastres naturales y fenómenos extremos y la reversión de la acción climática, junto con la pérdida de biodiversidad, se clasifican entre los riesgos potencialmente más graves para la región en la próxima década. En el frente económico, preocupa a los encuestados una parálisis económica prolongada, crisis de deuda, inflación, la volatilidad de los precios de las materias primas y el colapso de los sistemas de seguridad social. Los paquetes de estímulo de los gobiernos fueron vitales para proteger los ingresos de las personas, garantizar sus medios de subsistencia, preservar los empleos y mantener empresas a flote, pero la carga de la deuda pública ha aumentado. Los presupuestos públicos seguirán más ajustados después de la pandemia, lo que deja en claro que es fundamental una mayor colaboración público-privada para enfrentar mejor los nuevos desafíos.

En relación con la conectividad, la desigualdad digital es vista como una amenaza inminente para el mundo, ya que más de 3.000 millones de personas permanecen desconectadas. Si no se aborda, la brecha no solo podría ampliarse seriamente entre las economías desarrolladas y en desarrollo, sino también dentro de los países. Sin embargo, también se debe reconocer que algunos países e

industrias pudieron acceder rápidamente y adaptarse sin problemas a las nuevas formas de interacción digital y trabajo remoto, que probablemente permanecerán. Este salto digital y la mayor dependencia de los sistemas digitales conlleva también una mayor vulnerabilidad, por lo que se deben prever planes rigurosos de ciberseguridad. Finalmente, el ‘colapso del Estado’, la proliferación de actividades económicas ilícitas, los enfrentamientos geoeconómicos y la geopolitización de los recursos estratégicos también emergen como preocupaciones críticas entre los encuestados, mencionando, igualmente, la alta preocupación regional por el deterioro de las democracias y el grave fenómeno de las migraciones.

Si bien los desafíos internos apremiantes requieren atención inmediata, la pandemia y sus consecuencias socioeconómicas han demostrado una vez más que los riesgos globales no respetan fronteras o divergencias políticas y las amenazas compartidas requieren una respuesta global coordinada. América Latina no puede concebirse aisladamente de los hechos y tendencias que prevalecen en el resto del mundo. Por el contrario, es evidente la necesidad de insertarnos más en el contexto global, donde la región ha ido perdiendo protagonismo.

Ciertamente hay algunos aspectos positivos y también han surgido importantes oportunidades. Así como el creciente reconocimiento de las startups y ‘unicornios’ latinoamericanos innovadores ha atraído importantes flujos de inversión recientemente, nuestra región, que cuenta con vastos recursos naturales y un valioso capital humano, debe estar a la vanguardia de las oportunidades emergentes en términos de transición energética, mercados y empleos verdes, infraestructura moderna y preparando a las nuevas generaciones con las capacidades y habilidades tecnológicas alineadas a las oportunidades de empleo del futuro.

Ignorar los potenciales riesgos señalados no evitará su ocurrencia, más bien deben alertarnos para responder a ellos con responsabilidad e impulsar la integración de nuestra región, dejando de lado las divisiones ideológicas y coordinándonos mejor para avanzar en soluciones innovadoras que aborden problemas estructurales. Debemos promover una mayor productividad con una visión de largo plazo para brindar certidumbre a nivel nacional y, ojalá, también regional, con una fórmula que integre indicadores socioeconómicos tradicionales con soluciones en términos de resiliencia e inclusión, así como respuestas a los desafíos ambientales.

En gran medida, el potencial de América Latina para lograr una mejor recuperación dependerá de saber aplicar las lecciones aprendidas y de la acción comprometida y coordinada de los líderes de todos los sectores. Que las lesiones y cicatrices sociales y económicas dejadas por la pandemia sirvan de recordatorio para hace a un lado las divisiones internas, las diferencias ideológicas o las fricciones y rivalidades históricas, y permitan perfilar una agenda pragmática que asegure que la próxima década no sea otra década perdida.